lunes, 1 de febrero de 2010

GANA JESÚS SANTOS LEÓN EL PRESTIGIOSO PREMIO AMBIENTAL GOLDMAN PARA MÉXICO

Jesus Santos Leon con El Ouroboros en la manos. Cada año se entrega a cada uno de los galardonados una estatuilla de bronce que lleva el nombre de Ouroboros. Común a muchas culturas del mundo, el Ouroboros es una serpiente que se muerde su propia cola, simbolizando la capacidad renovadora de la naturaleza.



Por: E. Kostavraba

El hecho de que el prestigioso *Premio Ambiental Goldman 2008, otorgado a un mexicano, no haya tenido una difusión mediática digna o justa, en medida de la relevancia de lo obtenido, del esfuerzo y sus consecuencias, no es extraño. Mucho menos en México. Vivimos en una sociedad estupidizada donde los medios no cesan de transmitirnos la imagen de un mundo cada vez más superficial y sujeto a la reproducción de estereotipos banales.
“Rara vez se rinde homenaje a los héroes populares del medio ambiente, y sin embargo, cada día cobra más importancia para el bienestar de nuestro planeta el esfuerzo que dedican estos ecologistas de base a la protección de los recursos naturales del mundo” Reza el preámbulo de la página oficial del premio.
Dice Emiliano Crespo¹, que cuando Jesús León Santos, (campesino indígena mexicano) tenía 18 años, decidió cambiar el paisaje donde vivía en la Mixteca alta, la "tierra del sol". Aquello parecía un panorama lunar: campos yermos y polvorientos, desprovistos de arboleda, sin agua y sin frutos. Había que recorrer grandes distancias en busca de agua y de leña. Casi todos los jóvenes emigraban para nunca regresar, huyendo de semejantes páramos y de esa vida tan dura. Con otros comuneros del lugar, Jesús León se fijó el objetivo de reverdecer los campos, y decidió recurrir a unas técnicas agrícolas precolombinas que le enseñaron unos indígenas guatemaltecos para convertir tierras áridas en zonas de cultivo y arboladas.

Los informes de la Fundación² apuntan que comenzó a dirigir un programa de renovación de tierras y desarrollo económico sin precedentes valiéndose de antiguas técnicas agrícolas indígenas para transformar en fértiles tierras de cultivo esta zona árida y sumamente erosionada. Con su organización, el Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (CEDICAM), una organización ecologista y democrática local dirigida por campesinos, León ha logrado unir a los campesinos de esa zona. En conjunto han sembrado más de un millón de árboles de variedades nativas, construido cientos de kilómetros de zanjas para la retención de agua y protección de los suelos contra la erosión, y adaptado técnicas tradicionales mixtecas para restaurar el ecosistema regional. Sus esfuerzos se han visto recompensados con el reverdecimiento de laderas áridas, acuíferos recargados, y la disminución de los altos índices de emigración al ver las familias campesinas que de hecho pueden ganarse la vida en casa.
Se dice fácil pero ¿Cómo pudo llevarse acabo este proyecto? Emilio Crespo dice que haciendo revivir una herramienta indígena también olvidada: el tequio, el trabajo comunitario no remunerado. Jesús, reunió a unas 400 familias de 12 municipios, con los que creó el Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (Cedicam), y juntos, con recursos económicos limitadísimos, se lanzaron en la gran batalla contra la principal culpable del deterioro: la erosión. En esa región Mixteca existen más de 50.000 hectáreas que han perdido unos cinco metros de altura de suelo desde el siglo XVI. La cría intensiva de cabras, el sobre pastoreo y la industria de producción de cal que estableció la Colonia deterioraron la zona. El uso del arado de hierro y la tala intensiva de árboles para la construcción de los imponentes templos dominicos contribuyeron definitivamente a la desertificación. Jesús León y sus amigos impulsaron un programa de reforestación. A pico y pala cavaron zanjas-trincheras para retener el agua de las escasas lluvias, sembraron árboles en pequeños viveros, trajeron abono y plantaron barreras vivas para impedir la huida de la tierra fértil.
Todo eso favoreció la recarga del acuífero. Luego, en un esfuerzo titánico, plantaron alrededor de cuatro millones de árboles de especies nativas, aclimatadas al calor y sobrias en la absorción de agua. Después se fijaron la meta de conseguir, para las comunidades indígenas y campesinas, la soberanía alimentaria. Desarrollaron un sistema de agricultura sostenible y orgánica, sin uso de pesticidas, gracias al rescate y conservación de las semillas nativas del maíz, cereal originario de esta región. Sembrando sobre todo una variedad muy propia de la zona, el cajete, que es de las más resistentes a la sequía. Se planta entre febrero y marzo, que es allí la época mas seca del año, con muy poca humedad en el suelo, pero cuando llegan las lluvias crece rápidamente. Al cabo de un cuarto de siglo, el milagro se ha producido. Hoy la Mixteca alta esta restaurada. Ha vuelto a reverdecer. Han surgido manantiales con más agua. Hay árboles y alimentos. Y la gente ya no emigra. Actualmente, Jesús León y sus amigos luchan contra los transgénicos, y siembran unos 200.000 árboles anuales. Cada día hacen retroceder la línea de la desertificación. Con la madera de los árboles se ha podido rescatar una actividad artesanal que estaba desapareciendo : la elaboración, en talleres familiares, de yugos de madera y utensilios de uso corriente. Además, se han enterrado en lugares estratégicos cisternas de ferrocemento, de más de 10.000 litros de capacidad, que también recogen el agua de lluvia para el riego de invernaderos familiares orgánicos.


Este extraordinario ejemplo es ahora imitado por varias comunidades vecinas, que también han creado viveros comunitarios y organizan temporalmente plantaciones masivas. Y eso no es todo, el éxito de León ha despertado interés en otras regiones y países. Él ha compartido su experiencia con técnicas de conservación de agua, medidas contra la erosión y la práctica de una agricultura sostenible en foros celebrados por todo México, Centroamérica y el Caribe, así como en varias universidades y eventos en Estados Unidos.



*Richard N. Goldman y su finada esposa Rhoda H. Goldman (1924-1996), líderes cívicos y filántropos de San Francisco, establecieron en 1990 el Premio Ambiental Goldman. El Premio rinde homenaje a quienes han venido realizando una constante e importante labor para proteger y mejorar el ambiente natural, frecuentemente a riesgo de sus propias vidas. Su misión original es honrar cada año a héroes populares de la ecología en cada una de las seis regiones continentales habitadas del mundo: África, Asia, Europa, Islas y Naciones Isleñas, Norteamérica, y Sur y Centroamérica. Se entrega cada año, en el mes de abril, en la ciudad de San Francisco, California (Estados Unidos). Hasta ahora ha sido otorgado a defensores del medioambiente de 72 países. En 1991, lo ganó la africana Wangari Maathai, quien luego obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2004.

¹
Acción medioambiental 24 de Marzo 2009

²
http://goldmanprize.advantagelabs.com/node/733